“Como te dije en una crónica anterior llevamos los tripulantes del Villamer que por cierto traen instrumentos de música que nos hacen pasar ratos agradabilísimos entre ellos un gramófono, y a esto viene lo que voy a decirte. Cuando he salido de guardia, ahora a las seis y después de haber reido un rato con los oficiales entré en la cámara, a los acordes del vals de la Viuda Alegre. Una sensación estraña pasó por mi cuerpo y una visión clara de otros tiempos, por mi mente; tiempos no muy distantes de los de ahora, por aquel entonces en que las placas de Farguell hacian nuestra delicia y al compás también de la música sonora y armoniosa de la Viuda, me enseñabas a bailar” (…)