Hacia algun rato, que un sol espléndido, un sol de Julio estaba sobre el horizonte cuando el “Dilluns”, después de pasar a corta distancia, de la costa de Argelia entraba en las aguas azules y tranquilas, de la bahia de Argel. Esta bahia hermosa que tiene por fondo, como un anfiteatro la montañosa ciudad de este nombre, que posee los encantos de una ciudad moderna y todos los atractivos de una ciudad mora antigua.
Su barrio europeo con sus calles anchas, sus casas altas y, de mucho gusto, con sus ricas tiendas, sucursales de los grandes almacenes de Paris, denotan la influencia, de este, gran centro europeo y en donde más se distingue esta influencia es, quizas en la moda femenina. A cualquier hora, del dia sus calles estan invadidas de mujeres unas que van a su obligación, otas que van de paseo. La elegancia es extrema, vestidos, de todos colores, vaporosos. No es aquella elegancia seria de las rubias inglesas que las hace simpaticas, es otra elegancia, quizás más elegante si quieres. Es, la elegancia a la negligee la de el fru-fru; de la seda; la elegancia de la cocotte, que impera en todos los órdenes sociales hasta confundir la decente de la que no lo es. El escote exagerado mostrando el nacimiento, del pecho, la falda corta enseñando las pantorrillas, y en algunas al pegarla el sol de frente, en las transparencias de sus faldas se divisa el puente de sus pierna. Es la elegancia adquirida a fuerza de quien sabe cuantos sacrificios y privaciones. Y no creas que sean en minoria, es la totalidad, vestidos de crespón de seda vés en cualquier café que vayas de los muchos que hay, vestidos de seda o, de nansa o nilon en todas las calles o en las tiendas, donde concurren mujeres, no parece sino que todas ellas vivan de renta. Y no digamos, del sombrero no se ve nadie que no lo lleve. Es la verdadera vida de ciudad francesa. La vida de bulevard parisien para no exagerar y decir: Es la elegancia de Montmartre en muchos casos con todas sus consecuencias. La ciudad mora es como todas las, de su género, calles muy estrechas en las que el sol no penetra, tiendas estrechas, muchos moros por las calles y las moras con su típico traje, tapadas la cabeza hasta la frente y la cara hasta la mitad resultando que no enseñan más que los ojos.
Juan