“Durante todo este tiempo hemos navegado solos, ni un solo buque se presentó a la vista, digo mal, uno, en la noche del sabado al domingo; la morada del dolor, un vapor convertido en hospital, todo su costado iluminado de luces verdes distinguiéndose entre ella la luz roja de situación, bonito aspecto el de esta iluminación, como si con él hubiesen querido al idearla esconder al espectador que lo vé de fuera y a distancia las penas y sufrimientos que pasa el desgraciado que está abordo. Penas materiales y morales, materiales por los sufrimientos de las heridas en el cuerpo, morales por las angustias de las heridas en el alma, unas y otras matan. Cuantos, en aquel buque, igual que yo; al salir de su casa para ir a guerrear, dejaron en ella sus grandes amores; con la diferencia de que yo tengo la esperanza de volver a verlos y a ellos les cabe la desgracia de ir, después de un penoso viaje en este vapor, a morir en un hospital de la India, sin que puedan cuidarle ni enjuagarle una lágrima los seres a quien tanto ama (…)”